17 marzo, 2012

Ficción Coheliana para un lector maldito

JJ Bueso

Eran tiempos difíciles, había perdido mis adolescentes bolas en una relación: Tenía los ojos tristes, calzaba zapatos viejos y nadie me quería. Estaba confundido y sin casa, andaba por la vereda y no había putas a quien pagarles un vigoroso abrazo tan siquiera. Ese par de cabrones me fueron infieles; hablo de mi novia y mi mejor amigo, este último llamado Canelo, un sabueso de orejas largas y rabo risueño. Es broma, en fin, cosas así son normales, la naturaleza es derechista, más adelante quizá hable de ello, acuérdense de la pistola al principio de la narración. En la adolescencia las pequeñas tragedias tienen una hija de puta importancia. Sientes el Apocalipsis, en lugar de agradecerle al cielo que tu madre esté viva y prepara gallina horneada para el almuerzo.

Ella decía siempre quererme muchisisisisimo, por esa razón no se acostaba conmigo.
- Te quiero demasiado como para hacerlo con vos, cuando estoy contigo me siento virgen, decía: es algo que sólo las mujeres entendemos. Cuando terminó conmigo me regaló un libro de Paulo Cohelo llamado “Brida”, quizá para que no me suicidara, era una mierda de autoayuda disfrazada, luego se fue a darle duro seguramente. Fue allí donde comencé a comprenderla de verdad. Se que muchos de ustedes no han caído tan bajo en sus lecturas, así que yo con conocimiento de causa les ilustraré sobre la obra del escritor brasileño más vendido en el mundo. Si usted lee “Once minutos” encontrará el diario de una prostituta que se enamora de un pintor y al final él la busca en un aeropuerto tipo comedia romántica con ramo de flores y toda la vaina… es en serio, así termina la novela ¿Quiere leer una buena novela de un pintor y una prostituta? recomiendo "El túnel" de Ernesto Sabato donde el sujeto al final la espera con un pija de cuchillo en la mano.

Comencé a sospechar que ella se identificada con la protagonista, lo digo por eso de tener relaciones sexuales con mi mejor amigo, que era una especie de idiota dedicado a dibujar caricaturas obscenas y mirar pornografía infantil. Conmigo puso en práctica las tesis cohelianas que no incluían fornicación encontradas en libros como “A orillas del río piedra me senté y lloré”, en donde la personaje vuelve a sentir su himen reconstruido y jamás violentado o “Brida”, la historia de una maje que quiere ser bruja y de un cabrón seudo mago que le hace el amor sin tocarla.

De la montaña de San Jorge no recuerdo mucho. Mis padres preocupados por el silencio de esos días me enviaron a respirar aire fresco. Lo cual sólo empeoró las cosas. En mi aislamiento pasaba leyendo al brasileño intentando no pensar en esos hijos de puta. Tiempos duros, ya lo dije. Me aferré al libro de “Brida” con la esperanza que al final de leerlo descubriría la clave para la felicidad y que ella llegaría a buscarme al puto cerro vestida de blanco y arrepentida, al fin de cuentas el brasileño hablaba de almas gemelas y demás. Sentía una luz maravillosa ante este pensamiento. A veces sólo me limitaba a llorar como una pequeña niña y me chupaba el dedo gritando ¡perra, perra, perra! ¡hijo de puta! ¡hijo de puta! ¡hijo de puta!

En Coelho descubrí los viajes astrales. Una pasión nueva se apoderó de mi ánimo, de mis horas, de mis días de eunuco adolescente. Una mañana al abrir los ojos vi a dos pollitos sobre mi pecho que me miraban fijamente. Me sentía vibrar con el universo, intenté enseñarles a hablar, pues sabía que si lo lograban todos los demás pollitos del mundo se comunicarían mejor con nosotros, así lo afirmaba el brasileño. A eso le llaman “Arquetipos Universales” claro, Cohelo no lo llamaba así porque se cree el descubridor del agua helada. Les daré otro ejemplo: enséñele a su hámster a masturbarse o a realizar un corte de manga y es muy posible que otro hámster en alguna montaña de Australia también aprenda sin que su dueño nunca sepa como aprendió. Es algo a lo que Paulo llama “El alma del mundo”.

Después de enseñarle a los pollitos a decir “ramera” “pisona” “cabrona” y “mal amigo”, realicé el ejercicio de la semilla que consiste en simular ser un grano que crece y crece hasta convertirse en una planta. Imagínenme acostado en posición fetal para luego verme parado de puntillas, como maje, con los brazos en dirección del universo coheliano que según afirma conspira para que nuestros deseos se hagan realidad. Luego hice otro ejercicio llamado “el ejercicio de las horas”, consiste en andar lentamente y realizar tareas cotidianas con la mayor paciencia del mundo, con esto uno logra liberarse del paso del tiempo y los relojes comienzan a derretirse. Tranquilos, tranquilos, el tipo no menciona ni remotamente a Dalí en sus libros. Creo que tomó el ejemplo de un siniestro episodio de los Teletubbies en el que Lala come sus Tubbinatillas más despacio que los demás y la escena es sumamente aterradora.

Pasaron los días y sabía que pronto volaría por los cielos en el plano astral, podía sentirlo: había olvidado la masturbación, me la pasaba haciendo ejercicios de meditación, no consumía cafeína y evitaba pensar en cosas negativas, era el integrante perdido de RBD, que sonaba bastante por esa época. Pasaba las horas mirando una pared, luego un espejo, luego haciendo ejercicios con mis manos tratando de sentir mi aura, manejaba los conceptos del nosticismo y sabía lo enfermo que estaba de un mal llamado vitriolo o vitrioyo o algo así que aparece retratado en el libro “Verónica decide morir”, cabrona que al final se enamora de un maje que tenía visiones del paraíso descubriendo que sólo necesitaba un poco de sexo.

Todo iba perfecto cuando de pronto los dueños de la casa llegaron a pasar sus vacaciones. Mis tíos estaban al tanto de mi salud mental y actuaron de la mejor manera. No intentaron comunicarse conmigo de inmediato. Habían pasado muchos años desde la última visita que les hice, no me daba cuenta que mi primita, la desnutrida niña de antaño era ahora la hermosa muchacha que tenía ante mis ojos. El que no haya tenido un pensamiento lujurioso en una situación semejante es porque es un mariposón o como dicen lo mejicanos, un puto en el mejor de los caso un hipócrita. Ella estaba como quería y la imaginé como Brida, como Verónica abriendo sus piernas con su trastorno bipolar bien dispuesto a despolarizarse conmigo. También la imaginaba a la orilla del río piedra llorando por su primito castrado por una puta.

Toda esa tensión acumulada, toda esa evasión intentada por semanas con ejercicios de Best Sellers para pendejos al fin terminaba. Le descargué toda mi artillería a mi primita salvadora. Fornicamos como dios manda que lo hagamos y sentía a mis bolas renacer, devolviéndome la dignidad, el orgullo y la autoestima. Esa noche soñé que volaba sobre las montañas mientras reía como un loco, como un desquiciado demonio sexual.

Bang-Bang, ganbang!

1 comentario:

Anónimo dijo...

coelho me la... !! jaja (Y)