08 septiembre, 2011

Capítulo 8: Y que de mi pija impotente se me haga una corona

image
“Se necesita una gran fuerza de voluntad para continuar viviendo en las condiciones de Junio”, repitan con nosotros, “se necesita una gran fuerza de voluntad para continuar viviendo en las condiciones de Junio”, vamos, una vez más chicos, “se necesita una gran fuerza de voluntad para continuar viviendo en las condiciones de Junio”. Bien hecho.
Junio despierta de golpe, esperando que a su lado esté durmiendo la cabeza negra y sangrienta de un caballo muerto. Pero no está ahí, por supuesto. Lo que si está ahí, en el otro extremo de la cama o más bien en el otro extremo de Junio, son sus dos piernas vendadas y… pues, muertas. Se arrastra hacia su silla, toma una pierna con sus dos manos y la tira a la silla, toma la otra y la tira como quien se tiene que colgar un bolsón pesadísimo en los hombros a diario, como Sísifo a su piedra, como Nacho Vegas y su voz de gargajo, como una maldita condena, como las dos tablas de una cruz mierdera….
Quiero que me arranquen las piernas. ¡Por la gran puta! Quiero que hagan una cruz con ellas, las pongan una sobre la otra, y que ahí me claven para siempre. Y también quiero que de mi pija impotente se me haga una corona.
Abrió las cortinas de par en par: no había luz. El sol se fue. Entonces una horrible sensación se fue apoderando de él muy lentamente, mientras observaba la ciudad a oscuras, sin saber si era de día o de noche, sin poder siquiera adivinar la hora…
Puso música, como siempre. Escuchó atentamente, cerró los ojos y se deslizó en su memoria.
***
Junio se mueve de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante en su vieja silla de ruedas. Luego (se dice tan facilmente “luego” cuando en realidad ha pasado una buena media hora)  menea el joystick de derecha a izquierda, tiene el rostro pálido y contempla la puerta de su baño bien sellada con cinta adhesiva de la más buena calidad. Hoy no hay espacio para errores.
Vale más que no hay ventanas… No las hubiera podido alcanzar nunca never jamás.
El gran Junio, foc, el que en momentos como este no comería pan y cerveza o llamaría pidiendo auxilio para que le detuvieran... El gran Junio, el mejor cazador de canciones de todos lo tiempos, el maldito genio de la renegada que pudo haberse dado una muerte de macho al estilo Hemingway (acarició su escopeta recortada largo tiempo) pero que finalmente  optó por darse fin en una manera tan… Foc, hasta el marica de Mishima supo darse una muerte vergona… Bueno, lo consideró, eso sí, pero se nos iría de otra forma. Un método asiático, al fin y al cabo. En fin, narremos esta mierda de una vez por todas.
Junio selló bien la puerta del baño con cinta adhesiva. Viste la camiseta de una banda que ni en nuestro año 2011 se recuerda.  Vacía la tina del baño, el cabronazo tampoco hará lo de la electricidad y el electrodoméstico, oh no, tampoco el simple acto de sumergirse en el agua. El muy cabrón vacía la tina y coloca una bolsa de carbón en el centro de ella. Enciende el carbón, luego un último cigarro, y deja que el humo haga lo suyo, se acuesta en el suelo y coloca sus manitas junto a su mejilla llorosa, como un lindo niño.  ¿Se habrá visto semejante culerada antes? La verdad es que sí y muchas peores, pero eso no es todo.
Escribe una nota final que dice: “Junio, cazador de canciones. Je suis une âme solitaire.” Que en buen cristiano quiere decir: Jesús era una marica afrancesada. O algo por el estilo. 
To be continued in the future. Never say goodbye, city cats. Usen condones.