10 julio, 2013

Lunes, 4:57 PM

Salgo cansado de un trabajo
con el que sencillamente no me relaciono,
debato conmigo mismo durante el camino
si acaso salir a beber hoy lunes es buena o mala idea.

El Darío a favor va ganando,
pero yo me hago el loco,
lo dejo hablando solo
y sigo manejando hacia mi casa.

Al llegar abro la puerta blanca.

Observo mi cama detenidamente:
la cobija azul mal colocada,
las 3 almohadas desperdigadas.
Todo tal cual lo dejé esta mañana.

Entonces grito: "¡MARIA!",
nombre de la muchacha encargada de la limpieza y el orden,
pero recuerdo inmediatamente que ella no existe.

Tomo una ducha.
Enciendo un cigarro
y mientras lo fumo acepto, finalmente,
que el otro Darío tenía la razón.
Toda la razón.

1 comentario:

S. C. dijo...

Y arregló la cama.