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Imagen de portada generada en Dall-E. Es el primer libro hondureño cuya imagen de portada fue diseñada por una inteligencia artificial.
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BIENAVENTURADOS LOS QUE MUEREN TEMPRANO
Y el bar se abrió de par en par al oscurecer.
Luego, Bukowski, salió en pijama con un cigarro y una
botella de licor.
Era capaz de consolar a todos los poetas con sus refranes. Dijo:
—Bienaventurados los que beben temprano, porque ellos
recitarán las primeras palabras.
—Bienaventurados los maledicentes, porque saborearán el
aborrecimiento de los mojigatos.
—Bienaventurada la batalla de escribir para la claque y la tribu de
los ciegos, porque sus cráneos se utilizarán para beber cerveza.
—Bienaventurados los que vieron la desolación de la superficie
burguesa, la aristocracia muerta, los que bebieron el deplorable
cieno con sus ojos.
—Bienaventurados los que se cruzaron de brazos en el bulevar
de los travestis.
—Bienaventurados los desesperados, los borrachos, los que
escucharon crujir su cráneo en la caída.
—Bienaventurados los que murieron jóvenes y vivieron la
vergüenza de escribir y recibir la peste del olvido.
—Bienaventurados los que anduvieron a tientas y encontraron su
primer verso el día de su muerte.
¿Y SI DE PRONTO NADA SE VENDIERA?
¿Y si de pronto nada se vendiera?
Ni los tulipanes abiertos, ni la entrada a las sinagogas,
ni las secretas pláticas con Dios.
Ni el fracaso de los poetas reconocidos después de su muerte,
ni las rondas felices que juegan los niños en la escuela.
Ni el silencio que nos espera cada tarde,
ni el calorcito suave del perro que se echa a nuestros pies.
Ni el enorme incendio de los atardeceres,
ni la extraña sensación del pájaro perdido que llega a nuestra casa.
Ni la pared en que nos escondimos para que nadie nos viera,
ni el hermoso corazón puesto en un limpio anaquel.
Ni la escarapela de buen precio de un primer beso,
ni el humo del aliento en un invierno que se extendió hasta el
verano.
Ni el boleto hacia ningún lado que va a todas partes,
ni la ventana abierta por la que entramos en una primera cita.
Ni la gritería de la turba grabada en una pintura de Goya.
Hay quienes esconden la lluvia, el sol, el horizonte, solo por subir
el precio.
Afortunadamente, podemos presumir del domingo, del sueño
que no recordamos y de la palabra nada.
POETA A CUALQUIER PRECIO
Te gusta jugar a ser poeta, como si se pudiera jugar con el
lenguaje sin trastocar el mundo. Levantás una bandera
rebelde, profeta mudo, abierto desde el tórax para
deletrear la vida y la muerte.
Vas de turista a la república de las letras, en estúpida primera
clase. Y tosés y soltás elegancias y cenizas; te persignás frente
anaqueles y cementerios literarios. Y te ponés la poesía de
chaleco. Y flotás como nunca.
¡Ay, me voy! ¡Me voy a Cali, a Cochabamba! ¡Les traigo
antologías!
Ejercés el ornamento y ocultás dentro del guante la pata de
jumento.
Sacudir el canasto de las letras dentro de un calabozo es estar
dispuesto a desfondar el abismo.
Nadie sale ileso.
Mi amigo dijo: Es de necios ser poeta a cualquier precio.
LA POESÍA SIN CAPUCHA
¿Qué tipo de poeta sos?
¿Mediano, grande, peso pluma?,
¿miniatura, altisonante, sublime?
Que tiene miles de likes en su página de Facebook,
que renace por enésima vez en su poema,
recalentado, escrito a mano
con el culo entumecido
y escozor en el pescuezo.
Que limpia el amarillo de los dientes del poema
con refrescante dentífrico
y boina de menta en la melena.
¿Qué tipo de traición va en tu poesía?
Visible, de argamasa
y despreciable precio
de serpiente, de cerro pelado,
de amargura y pan tostado,
de cliente satisfecho,
de pum pum en el pecho.
Los domingos y los martes
ni te cases ni te embarques;
de locas y confusas
transfusiones de pus,
de cuidado decís lo que no viene,
solo lo bello del plebeyo,
y sin embargo lo decís
con suavidad de marquesote.
Te sienta bien ser un cipote
sin ficción, sin atadura, sin pasado
ni acontecimiento, sin suceso,
sin mirada a ningún lado; solo al plato
por donde pasa un triste gato
sin ratón, sin documentos.
¿Qué sufrimiento troncha tu poesía?
Vivir sin condolerte,
sin precipicio del hospicio,
plácida amargura
hacerse el de a peso,
todo tieso, sin frase,
sin barriada ni estocada.
Mirar desde el balcón
la vida zalamera
desde afuera,
colgada en la baranda
el toldo tonto
y hacia abajo sofocado,
sin zapato,
un parroquiano
en puro hueso del harapo
sienta en una piedra la mentira de su vida.
¿Qué clase de poeta sos?
El que arranca lo imposible,
lo indecible,
lo insufrible,
lo incomible,
lo insalubre,
la choza bondadosa,
la expropiada,
la incendiada,
la odiosa mariposa,
la esposa:
perseguida,
atosigada,
jadeante,
torturada,
tirada desde un puente.
¿Qué tipo de poeta sos?
El “no es asunto mío”,
primero la danza,
la balanza
con su panza,
la inflación,
el aniquilamiento.
Torcido está el derecho
si andamos solo un trecho,
o dos o tres,
en fin... treinta o cuarenta.
Nos van a reventar,
pagar la renta,
ajuste de las cuentas,
balazo en la cabeza
te cobran en la imprenta,
masacre literaria, fracaso de poeta.
Es arrogante, sin talento,
es solo cuento, pero es guapo,
aunque jumento.
Le entrego un pergamino
al verso fino
excelso de virtud.
Solo viene por el vino,
el abusivo,
consígame un recibo.
Que mierda,
no ando lápiz,
usted se equivocó.
Puta, no joda,
anantes estoy vivo.
VAS DEFERENS
No les llevarán ni ataúd,
ni cigarrillos,
ni vodkas,
ni copas rotas,
ni palabras viejas o nuevas.
Ni significados, ni significantes, ni signos,
ni cubitos de hielo para sus colas cortadas,
ni para sus muñones;
ni se acercará nadie a escuchar si gritan
o si están muertos.
No sabrán nada.
No serán embajadores
en ninguna esquina de mala muerte.
No encenderán encendedores
o linternas o fósforos.
No se recostarán en ninguna palmera
a mirar las olas rotas
o las nubes arrugadas.
No tendrán ni paredes,
ni túneles secretos por donde pensar escapar
una noche.
No vivirán ni llegarán a viejos,
ni besarán ninguna teta con sabor a durazno
o telaraña.
No tendrán melodías de rockola,
ni de radio,
ni de arrullo,
ni de océanos solitarios.
No tendrán perro ni cuñado ni suegra,
ni mensajes secretos
debajo de las piedras.
…Ni poemas, ni dedicatorias,
ni pantalones cortos,
ni chalequito de escuela,
ni poema patrio,
ni mujer desnudándose con ánimo de bella putita poética…
No tendrán nada…
Solo tijera
y aguja de metal,
acero frío.
Solo un ruido agudo cortando la diminuta pared
de los huevos…
cortados clínicamente,
con rapidez,
como se deben cortar los huevos a todo poeta…
—No, si no duele, nuesnada… solo un tironazo
y listo.
Y no se levantarán a parar ninguna verga por la mañana.
PERO NUNCA EL OTOÑO
No conocí el otoño.
Vi postales,
jerséis tirados y camas arrugadas al atardecer,
pero nunca el otoño.
Caminé con miedo sobre las rocas de algún río,
de noche y con luna
y una mano iba atada a la mía.
Fui amado
y nos besamos dentro de los taxis,
en los teatros,
en plena representación
de las obras de Rafael Murillo Selva,
en pleno aplauso, gritos y consignas;
pero nunca el otoño.
Nos reímos dentro de una cabina telefónica
inservible,
corrimos por una alameda
y cogimos sobre un escritorio
en una oficina atestada de luz,
pero nunca el otoño.
El otoño es una cosa europea
que no sabe a nada.
Yo no conocí el otoño.
Conocí la seda,
los encajes parisinos,
la porcelana china,
pero nunca el otoño.
Escuché La traviata
en una cháchara de grabadora;
tuve una pipa que encontré en una casa abandonada
en Santa Bárbara.
Probé el coñac en una copa de bronce
en la casa de un cura,
pero nunca el otoño.
Caminé con Pepe Luis Quesada por una vieja playa,
la tarde en que se despidió de todos...
y nos dimos la mano
y vimos el horizonte rosado de la tarde
y los chisporroteos de una enorme fogata
en la que ofició como un viejo chamán,
pero nunca el otoño.
Nunca tuve el tiempo de los mercaderes
que se pierden
regateando baratijas.
Fui el chofer de los poetas,
manejé una cucarachita negra
en la que nos empinábamos las botellas
escuchando a Pink Floyd,
pero nunca el otoño.
Nunca tuve un kit de afeitar
y podía lucir una estúpida barba de semanas
y confiarme a mi nombre de hombre corriente
o no tener sexo ni deseo,
ni grandes afanes,
pero nunca el otoño.
Una mañana vi su pecho desnudo
y sus pies sobre el musgo verde,
y dije: “Está más desnuda cuando amanece”,
pero nunca el otoño.
¡El mundo es delicioso sin otoño!
A veces salgo a caminar por el parque, tomo un taxi
y doy algunas vueltas.
Los otros autos se deslizan y se iluminan,
algunas ruedas chillan.
Las mujeres lucen cadenillas brillantes en sus tobillos
y sus caderas ceñidas danzan como su pelo.
El taxi gira y se detiene.
Yo me bajo, pago, doy las gracias,
pero nunca el otoño.