07 julio, 2013

Clase B

Gorrión Rojo


Dedicado a la subliteratura
I

Ocurrió en los meses que le siguieron a “cuatro putas tiene el año” y “ningún otro cuento texto más en realidad”. No tenía mujer, mi madre me reprochaba cosas y pasaba mis noches metiéndome a problemas en los bares. Había renunciado a escribir y solo redactaba informes para Asuntos Literarios. Engaveté mi primera novela en un absurdo y silencioso acto de protesta contra las autoridades de la Dirección General de Investigación de Asuntos Literarios, DGIAL, para la cual trabajaba desde hacía 6 años.

Básicamente era Tommy, el de Goodfellas, y la DGIAL, podría iniciarme como uno de los suyos o condenarme, siempre y cuando mantuviera mis informes a raya y encubriera todo lo ilícito, ensuciándome cada vez más, manteniéndome así hasta encajar en alguna pieza de la maquinaria. Decidí dedicarme a beber, porque escribir que eran un manojo de fascistas ******* era solo el inicio. Desahogaba a viva voz lo que no escribía. No dudaba que en Asuntos ya tuvieran un expediente sobre mis últimas imprudencias, ya estaban planeando mi salida, y yo lo sabía.

En el mejor de los casos me condenarían a permanecer en silencio en una subdivisión pantalla como la de los Poetas del Grado Cero, la PGC, o La hermandad de la uva, la UVA. Mis antecedentes no eran buenos, verdad de veras, pero en Asuntos Literarios sabían que me tocó hacer trabajos muy particulares en el pasado, tenía detrás a varios colectivos feministas y revolucionarios. Le había servido al turco un corto tiempo, lo hice bien, no quedaba dudas. Tenía a mi favor al General Epicuro Gonzales, a cuyas órdenes estuve en la misión de rescatar-destruir al soldado Campos, en fin, estaba en medio de una balacera, tenía 25 y le daba duro a la bebida y a las paredes, ya casi no me salían polvos y ya no estaba tan fuerte, verdad de veras.

Me impuse un régimen de abstinencia. Me abstenía de aguantar pendejadas vinieran de quien vinieran. Así las noches de bebedor solitario eran el resultado de una purga social. Me convertí en un misántropo, uno que no podía encerrarse sin poner su futuro en riesgo, uno que salía a los bares a poner en riesgo el de los demás. Afilaba con alcohol mi perfil de detective de una organización despiadada, ya saben, hombre contra corporación, hombre en contra por su posición en ella, porque aceptó jugar y era un pésimo jugador borracho.

La noche previa estuve en el bar del gringo, una cuadra más allá, en el inicio del bulevar, la Dirección Nacional de Investigación Criminal, DNIC, dejaba una mini van con cuatro cadáveres embolsados de la cintura para arriba. La noche siguiente me encontré brindando por la ciudad más violenta del mundo, por la muerte, por la diosa de un país donde solo un dios era el oficial, pero que en pareja eran enormes maquinarias de hacer dinero, copulando en un lecho de calles malolientes, con el miedo y con la fe de un millón de habitantes.

La DNIC, nos había enseñado a pensar que los muertos por ajuste de cuentas eran justos. Y la opinión general era que la escoria debía ser barrida, porque si uno debe cuentas la Santa Muerte viene a cobrártelas. Porque todos somos de una manera u otra como el sujeto de la mandolina en “El triunfo de la Santísima”, de San Brueghel. Yo tocaba unos cuantos acordes en la botella oscura de mi Imperial, cerveza no oficial de la DGIAL y la levantaba y brindaba con el gringo diciendo pendejadas.

Era claro que al igual que Tommy mataría a alguien. Aunque lo más probable era que me mataran a mi. Mi única arma consistía en una resistente máquina de la ficción y un nudillo izquierdo remendado, herida de batalla, de la guerra que todos perdemos. Quizá yo la perdería frente a un grupo de simpatizantes de la izquierda o de la derecha o frente a ambos, no subestimaba mi capacidad de echarme todo un auditorio en contra. Entendía que en la DGIAL esperaban un error de ese tipo, así que pasaban mandándome a misiones donde la bebida estaba de por medio, me mandaban a destruir-rescatar escritores de la Costa Norte y si cumplía con ellas, seguramente me mandarían otra vez a Nachovegalandia en una misión de esas de "viento divino".

Lo que Asuntos Literarios parecía olvidar es que soy un sobreviviente, un tipo duro que si quemaba sus naves me quemaría con ellas, y sí, me cargaría a todos los que pudiera en el proceso.

-Se olvidan de eso gringo, creen que la cagaré, que cometeré un error grave.
- Yo digo que tú poder lograrlo, don Julio no es malo tipo, mal persona, veré que yo poder investigar.

La DGIAL me había asignado la destrucción de la máquina de la ficción de sir Julio Escoto, porque estaba ya en el libro negro. La misión no era una tontería, me tocaba acabar con un insigne, con el autor de “El árbol de los pañuelos” y con un hombre al servicio de nuevas fuerzas políticas. Su máquina estaba al servicio de intereses revolucionarios y gozaba de prestigio y protección y yo era un sir nadie, un detective negro, el maldito sheriff del sur de todo y del norte de nada.  

No se me permitió saber los motivos que la DGIAL tenía contra él, ni mis jefes inmediatos los conocían, aunque todo indicaba que podía ser una trampa, que Asuntos Literarios sabía que me dedicaba a despotricar contra los grandes y me llegaba la hora. Las relaciones de la organización con Sir Escoto habían venido degenerándose en los últimos años, el sistema de alianzas económicas establecido desde hace dos años descartaba cualquier rompimiento, se había convertido en un contrapeso, uno necesario para evitar la autodestrucción de todo el sistema. Don Julio era la segunda cabeza que evitaba que la primera se comiera la misma gran cola que tenían en común. Me despedí del gringo y me fui para mi apartamento. Me preparé un estofado, bueno, lo recalenté y me preparé una taza de café, luego para contrarrestar el efecto bebí tres imperiales y dedicí dormir, decidí que si sobrevivía a la misión empezaría a fumar y tomar whisky.
II

Pese a que don Julio era famoso, a la mayoría de la gente esto le tiene sin cuidado, famosos los futbolistas. Asuntos Literarios maneja un protocolo de duelos, se notifica al retado y se encuentra con el retador en terrenos elegidos con el espíritu de saber que a la gente le pela la verga si don Julio o algún otro gana el alfaguaca o el nobel, así son las cosas en el país papá. Para el duelo se eligió como escenario una playa de La Ceiba.

Colocamos nuestras máquinas de la ficción a ambos extremos de una pija de fiesta, sonaba una canción donde la cantante decía que esa noche serían más que amigos, pero por supuesto. El reto era describir mejor la escena y don Julio escribió un estupendo barroco encaramado a lo Alejo yumbagamba. Yo le respondí con descripciones de culos, tetas y tangas y le di un matiz existencialista a todo el asunto, algo así como que todavía era joven pero se me estaba yendo todo de las manos, verdad de veras. Por primera vez sintió que trataba con un asesino profesional. Sin darle tiempo de reaccionar  (me hubiera matado sin duda) le escribí una reseña que titulé “Monjes, Magos, Mayas, Copán y Zombis”, él no pudo responderme con nada porque no me conocía y porque básicamente yo no había escrito ni mierda.

-El asesino más despiadado es el crítico incólume, ágrafo, incapaz de crear arte, solo recepción malsana y mala leche, me dijo, y agregó, no podrás matarme!, con el tiempo resucitaré cual Jesús y vos crítico de mierda morirás para siempre-.

Le di la razón. Me gusta ser justo en el momento justo, le dije que “La banda de las mujeres pérfidas”, era un excelente cuento, iba a decir más, pero me gritó que no necesitaba que un insolente desconocido le dijera que era bueno, que todo el mundo sabía que lo era. Me soltó un fragmento que me bajó todos los zumos y hasta la goma, mi máquina se pandeó. Extraje el fragmento especial facilitado por Asuntos Literarios, lo redacté y se levantó de su asiento, tomó la máquina y la arrojó al mar. Avanzó hacia mí a través de un dulce aquelarre de nenas ebrias y me propinó un derechazo que me dobló por minuto y medio.

 –Si creen que estoy acabado están equivocados, es cuestión de tiempo para que Él acabe con toda la organización. Conseguiré otra máquina y la usaré para volarle la cabeza a la DGIAL. Le respondí con mi aliento recuperado que sonaba como el malo de la película, pero ya se había marchado, al fin y al cabo sin máquina de ficción solo le quedaban frases hechas, yo avancé hacia la orilla en busca de mi botín.

Me quedé en la playa bebiendo hasta las cuatro de la mañana, conocí a Paula y a Sara, y por primera vez en mucho tiempo me sentí parte de la humanidad, con deseos de retomar mi arte, de ser clase A, de llegar a poder pagar la renta sin problemas y reclamar mi lugar, incluso sentí deseos de ir a buscar a don Julio y entregarle su máquina, diciéndole que le conseguiría la frase de reivindicación, pero sabía que ahora era un disidente y con ellos formaría la resistencia, se pondría interesante el futuro.
III

Desperté, observé a mis chichís desnudas una a cada lado y enfrente de la ventana vi a uno de mis compañeros de división, estaba sentado con su máquina sobre las rodillas, era tan bueno en su trabajo como yo lo era, estaba tan jodido como yo lo estaba, le llevaba de ventaja un par de lágrimas sobre los cuerpos frescos de las chicas que estaban conmigo, pero él quizá ya había redactado un texto que me acabaría, me quedé esperando pensando en el revolver que un día tuve, en como cambiaría en esos momentos a Sara por una guitarra llena de armas, mientras el sol ya calentaba las espaldas de mis novias y yo...empezaba a utilizar escenas ya representadas.

Continuará…              

   

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