Salgo cansado de un trabajo
con el que sencillamente no me relaciono,
debato conmigo mismo durante el camino
si acaso salir a beber hoy lunes es buena o mala idea.
El Darío a favor va ganando,
pero yo me hago el loco,
lo dejo hablando solo
y sigo manejando hacia mi casa.
Al llegar abro la puerta blanca.
Observo mi cama detenidamente:
la cobija azul mal colocada,
las 3 almohadas desperdigadas.
Todo tal cual lo dejé esta mañana.
Entonces grito: "¡MARIA!",
nombre de la muchacha encargada de la limpieza y el orden,
pero recuerdo inmediatamente que ella no existe.
Tomo una ducha.
Enciendo un cigarro
y mientras lo fumo acepto, finalmente,
que el otro Darío tenía la razón.
Toda la razón.
1 comentario:
Y arregló la cama.
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