21 julio, 2011

Salva Vidas y cigarros… y literatura

salvasylit

Editorial La hermandad de la uva, Hermana Uva Productions y Mary’s Place presenta: Salva Vidas y cigarros y literatura.

“Si usted creía que se escuchaban cosas interesantes tomando un machiato con caramelo o un mocachino con tres de azúcar o una de esas granitas rosadas con una cereza encima, imagínese ahora lo que se puede llegar a escuchar con más de un par de buenas kawamas en el morro…” – Hernán Antonio Bermúdez

“Fóc vo… ¡JE!” – Jorge Martínez

"Las kawamas pertenecen a la generación del futuro, no están ni entre el parnaso ni entre la maison, tampoco entre la famosa línea de los expresos cafeteros. En la literatura hondureña no tienen precedentes. No está de más decir que esos enormes termos protectores de color amarillo fabricados para que la kawama no sepa al mismísimo pipi de Jesucristo usted los puede adquirir si recita en voz alta el poema de los primos que aparece en los minivasitos de cartón" - Galel Cárdenas.

"Estos majes creen que inventan el agua helada" - Mario Gallardo 

“¿Qué es una kawama?” – Helen Umaña

Varios Hermanos en la Uva nos hemos dedicado a la tarea de cazar, recopilar y escribir las mejores historias de cervezas y cigarros y literatura. Llevamos años en esto. Hemos recorrido sistemáticamente todos los chupaderos, bares, puticlubs, dizque merenderos y etcéteras. Le hemos sacado platica o hemos espiado conversaciones de los parroquianos en cada  lugar. Hemos tomado notas de tales historias, las hemos editado y el resultado es este libro que sin duda alguna dará mucho de qué hablar.

Como nosotros somos muy modernos y toda la cosa, iremos publicando tales historias en este blog de cuando en cuando. Compartimos a continuación una muestra de la primera historia:

 

Richard, el choricero culto

No sabemos el apellido del señor Richard y no nos importa. Son otras cosas las importantes.

Richard tiene un puesto de venta de comida en algún rincón de la colonia Honduras de San Pedro Sula. El plato especial de dicho puesto es lo que Richard llama “Choricito”.

El lugar no tiene nombre, y eso tampoco es importante. Como decíamos, la especialidad de la casa son los famosos choricitos de Richard. La verdad sea dicha, los tales chorizos de Richard no son más que unas jugosas longanizas, pero bueno, esas son nimiedades cuando se anda bien a pija, maldito aquel que cree que donde Richard encontrará chorizos uruguayos…

Jamás el mundo ha sido tan justo, por sólo 25 lempiras recibís un choricito, una montaña de tajadas, un pedazo de aguacate, frijolitos con queso, repollito chuco, salsitas ricas, buen chile y el más fino de los entretenimientos. Sí porque Richard no se limita a los alimentos, también es un chupadero de mala muerte. ¿Cómo sabés que el chupadero en el que estás es realmente de mala muerte? Bueno, hay demasiadas señas, pero una de las mejores es si venden pachitas de güaro y nuestro querido Richard las vende. Si algo hemos aprendido en esta aventura es que donde hay pachitas de güaro hay pijeo. ¿Cómo saber que la comida es buena? Hermano si usted se descuida donde Richard los perros le morderán la tajada con todo y la mano. Donde hay perros callejeros hay buena comida (Bourdain dixit).

Pero mire que, curiosamente, no va por ahí nuestra historia de salva vidas y cigarros y literatura.

Las únicas dos mesas en el local de Richard estaban ocupadas (por bolos). Así que tuvimos que tambalearnos en el mostrador mientras las tajaditas entraban a la fridera. No sé por qué putas Uva-Uva insistía en hablar mierdas de literatos en vez de pedir la otra ronda.

En eso pensaba cuando escuché a Richard murmurar: “Puta aquí nadie lee nada. Nunca.”

Frase que nos dejó a ambos absortos. Le preguntamos a Richard si él leía y nos dijo que tenía muchos libros en la bodega del fondo. Lo primero que se nos vino a la mente a nosotros los UVA era que el señor Richard nos quería follar, razón por la cual ofrecía libros para que fuéramos a la bodega y oh dios... Quentin Tarantino, el alcohol hace mucho daño.

Que mujeres se atrevan a ir a comprar donde Richard es la más fina prueba de lo ricos que son esos choricitos. Las pobres criaturas de dios deben soportar la inclemente jodedera de los borrachitos de pachas y cervezas. Ese día llegó una a pedir una alita de pollo con un choricito de complemento, yo no sabía que se podía hacer eso…

El chorizo te lo doy gratis, querida, le dijo Richard. Y le recitó los siguientes versos:

Y sin embargo no me has dado nada,
no se florecen para mi tus años,
la cascada de cobre de tu risa
no apagará la sed de mis rebaños.
Hostia que no probó tu boca fina,
amador del amado que te llame,
saldré al camino con mi amor al brazo
como un chorizo de miel para el que ames.

La muchacha no sabía qué pedos. Pero estos dos mariconazos medianamente alecturados, sí. Suyo, don Richard?, le pregunté yo por joder. ¿El chorizo?, me preguntó él. Nombre, los versos…

“Es Neruda. Tengo todo Neruda y García Márques en mi bodeguita. Si gustan les puedo mostrar mi colección cuando termine con esto.”

Uva-Uva quedó considerándolo seriamente. Quizás tiene alguno bueno, me decía, algún tesoro… Yo le noté que se moría por ir a sapear y quizás robarse alguno… y la verdad es que yo también sentía curiosidad. Pero sabía y podía notar también que Uva-Uva había entrado en conflicto con su enfermiza homofobia: todo aquella charla de Nerudas y chorizos y bodegas al fondo del tugurio tenía cierta tonadita gay, hay que aceptarlo. Este cabrón se ha escapado de matar culeros con botellas de salva vida, pero bueno, desvarío.

Me aparté un poco y encendí un porro (no hay mejor condimento), pues ya había superado los mareos de las birrias. Fumé y fumé y fumé hasta que Richard al fin nos entregó la comida.

“Entonces, ¿quieren ir a ver?”, nos preguntó entusiasmado.

Y yo, Uva1, con una bajonera realmente perra le contesté: “La verdad que yo sólo quiero mi chorizo, ahorita los libros me pelan la verga”. Andaba bien loco. Uva-Uva sonrió aliviado.

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